El órgano es, para el compositor francés Jean-Louis Florentz (1947-2004), el instrumento privilegiado a partir del cual nació un universo musical entre los más originales de la era post-mesiánica. Las cuatro obras que pretende para este instrumento marcan su producción sinfónica y coral como puntos de referencia situados en el corazón de una obra cuya densidad musical solo se corresponde con la complejidad semántica. El arte de Jean-Louis Florentz es un crisol donde tres mundos se compenetran (la composición musical, las ciencias de la naturaleza y lo maravilloso) dentro de una cultura de dos cabezas (occidental y africana) con miras a un objetivo único : espiritualidad. El trabajo es, en Jean-Louis Florentz, cargado al máximo. Imágenes fuertes, recuerdos de impresiones poderosas y experiencias humanas vividas durante sus viajes, bienvenida en un estilo muy personal de música extraeuropea y sonidos de origen animal, significados múltiples superpuestos, estructuración simbólica compleja, así como toda una fantasía teñida de maravilloso para enriquecer una experiencia sensible ya de por sí rica es como tabletas dentro del trabajo, dándole la mayor consistencia posible.
El primer volumen, The Florentzian Universe , explora los diversos aspectos de un pensamiento complejo: la relación con el órgano, la experiencia adquirida durante los viajes de estudio, el interés en la acústica de los animales, la relación con religioso, los fundamentos del lenguaje modal. Los procesos de significación elaborados por el compositor bajo la expresión poesía de "cera y oro" se detallan y se colocan en sus respectivos contextos. Finalmente, un viaje de toda la obra de Jean-Louis Florentz es cepillado de la producción de órganos, revelando un retrato de uno de los compositores más entrañables de finales del siglo XX.
El segundo volumen, Una tetralogía para el órgano , analiza en profundidad cada una de las cuatro obras principales que Jean-Louis Florentz diseñó para el instrumento de tubería: Laudes (1985), (1991), The Southern Cross (2000) y The Prelude of The Black Child (2002). El análisis musical y la hermenéutica se combinan para revelar, más allá de la extraordinaria coherencia de cada obra, una relación entre el sonido y el significado que Jean-Louis Florentz coloca en el centro de su trabajo.