La música esculpe el tiempo, el tiempo esculpe la música. La música instrumental no se rinde a sus propios movimientos, estos están predeterminados en secreto (o voluntariamente) por la concepción particular que el compositor tiene del tiempo, pero también por la naturaleza misma de la percepción temporal. Las diversas concepciones del tiempo que se suceden desde la Edad Media hasta la actualidad inducen en gran medida la sucesión de eventos musicales, como lo demuestra el estricto paralelismo entre las evoluciones de la música (del barroco al estilo clásico) y el tiempo (desde el del decimoséptimo al del decimonoveno). Por otro lado, cualquier percepción temporal desafía a la mente con una mezcla de flujo y síntesis. Esta realidad, que no ha cambiado, necesariamente invita a abandonar el flujo o privilegiar la síntesis. Sin duda, se tomó una decisión hace mucho tiempo (San Agustín) y que, en el corazón de la tradición musical occidental, favorece la síntesis, la retención en el tiempo (la composición es el equivalente latino de la síntesis de la palabra griega). Así, las estructuras musicales tienden a hacer del fenómeno sucesivo algo que participa de lo no sucesivo: la música expande el presente, "presenta" el tiempo, otorga el momento y la duración.
Una primera parte analiza en el vago concepto de tiempo (percibido) las nociones abstractas que se entremezclan allí: flujo, síntesis, presente, sucesión, duración, simultaneidad, están al mismo tiempo rodeadas por una lectura crítica de Husserl y se hacen tangibles por el materia musical. Una segunda parte identifica los medios técnicos que el músico usa para componer el tiempo, este flujo mixto y síntesis: se estudian a su vez el ritmo, la variación, la forma y el modo, en sus implicaciones temporales que estructuran la sucesión y la la duración, el uno después del otro y el todo. Una tercera parte describe una breve historia de la intención, desde San Agustín hasta Hegel.